
Querida mamá:
Siento este silencio de tanto, tanto tiempo, pero estuve un poco perdida, sin rumbo, sin
brújula, estrellándome contra todo. Perdóname, porque nunca me enfrenté a un vacío así.
Antes nunca tuve oportunidad de perderme, y no supe reaccionar de otro modo. Porque
siempre te tuve a ti.
Perdona por haberme enfadado al morir tú.
A veces pienso que todo fue un error y estoy esperando que Dios lo
corrija. Creo que todo fue un mal sueño, y espero despertar. Y es que te echo mucho
de menos.
Pero ahora ya estoy mucho mejor. Tengo un duende que me ayuda.
Y sobre todo, me ayudas tú. Tu ejemplo. Tu sonrisa. El recuerdo de tus abrazos.
Esta carta es sólo para decirte que siento muchas cosas. Siento no haber
cuidado mejor de tí para que nunca te hubieras sentido enferma.
Siento no haber encontrado el modo de decirte más a menudo lo mucho que te quería.
Siento todas las veces que te hice enfadar. Siento las veces que te desobedecí o que te
hice sufrir. Era demasiado inmadura.
Pero sobre todo, siento no haberte abrazado
tan fuerte que ni siquiera Dios hubiera podido apartarte de mi lado.