decide dar una explicación al Mal de la bruja a partir de la discriminación de la que es víctima en la infancia. Cabría preguntarse si la intromisión de estos sentidos tan ajenos al personaje y al relato tradicional no supone una representación del destinatario infantil según la cual el Mal de algún modo debe atenuarse (y en esta dirección parece jugar la introducción de frecuentes gags en el texto) y ser explicado, justificado de algún modo; al tiempo que se deja una lección a los niños acerca de las malas consecuencias de las conductas discriminatorias.
El uso del humor por momentos parece aproximar el relato a la parodia, con la apertura del restaurante “El bebé sabrosón” en medio del bosque, la descripción del macabro menú, la aparición del sapo parlante que nos remite risueñamente al cuento de los hermanos Grimm, entre otros. Sin embargo la historia no termina de situarse en el lugar del humorismo y continúa muy próxima al cuento tradicional.
Detalle de una ilustración de Rébecca Dautremer para Babayaga
Se la describe como vieja, huesuda y arrugada, y a menudo su nombre se ve unido al apelativo de “Pata Huesuda” dado que efectivamente una de sus piernas es un hueso. Se trata de una bruja terrible que se alimenta de carne humana, preferentemente de niños, revolcándose por puro placer en los huesos de sus víctimas. Sin embargo, como suele suceder en la cultura popular, Yagá es un personaje ambivalente, ya que en algunos relatos la vemos colaborar con el héroe brindándole incluso alimento y hospedaje en su extraña morada. Vive en una isba (1) en la profundidad del bosque que se levanta sobre dos patas de gallina. La isba gira incansablemente sobre sus patas, de allí que el héroe o la misma moradora antes de ingresar deba decir el conjuro: “Isba, isba detente con la pared trasera mirando al bosque y con la puerta hacia mí”. Alrededor de la isba de Yagá se extiende una valla de huesos humanos coronada por calaveras que emiten una potente luz en la oscuridad. Baba Yagá vuela montada en un almirez (2) y con una escoba borra en el aire el rastro de sus huellas. Como otros tantos personajes que se remontan a la antigüedad de los pueblos, Baba Yagá está vinculada a las fuerzas de la Naturaleza, su poder destructivo y regenerador; de allí que tres jinetes: uno blanco, uno rojo y uno negro: el día, el sol del crepúsculo y la noche oscura respectivamente, antecedan sus apariciones.