_No le cuentes a nadie mi secreto, eh?_
le susurró Selma antes de alejarse.
Al despedirse de ella, Sentimento consiguió al fin sonreír,
le susurró Selma antes de alejarse.
Al despedirse de ella, Sentimento consiguió al fin sonreír,
y tan ampliamente,
que su cara de madera pareció rajarse.
¡Por fin alguien había confiado en él!
que su cara de madera pareció rajarse.
¡Por fin alguien había confiado en él!
Erase una vez... un señor, que se dedicaba exclusivamente a fabricar marionetas. El señor Stein SÓLO se dedicaba a fabricar marionetas... Y las creaba para hacer realidad sus sueños. Y después, cada una de sus obras, por arte de magia, cobraba vida.
Un día... no muy diferente de cualquier otro... el sabio señor Stein tuvo una gran idea: construiría una marioneta, pero esta vez, haría un muñeco muy especial. Crearía una marioneta que fuese exactamente igual que él...
Pero pronto, el señor Stein se aburrió de su propia creación, le puso muy poco amor a su muñeco, por lo que la marioneta quedó inacabada, imperfecta, y un poco desangelada. Y aunque nuestro protagonista imploraba a su "padre" un poco de atención, cariño y comprensión, el señor Stein lo rechaza y lo rechaza continuamente.
Nuestro pobre muñeco, que está lleno de amor y de afecto a raudales, decide partir, huyendo del rechazo de su propio creador, lejos de aquel lugar, en busca de la amistad verdadera en un mundo hostil que no entiende su mirada.
En su camino, la pobre marioneta sin nombre, se encuentra con un circo que se llama Sentimento, y decide ponerse a sí mismo ese nombre. Debido a su aspecto en todas partes lo persiguen y sólo una niña solitaria llamada Selma lo acepta y le da algo de calor.