11 noviembre, 2009

Cyrano


Erase una vez... un hombre, llamado Cyrano de Bergerac.

Cyrano, era soldado, y poeta. Y además, un sentimental. Pero además, poseia dos enormes defectos: era muy orgulloso, y tenía una gigantesca nariz, tan grande, tan enorme, tan desproporcionada, hasta extremos ridículos.

Cyrano, estaba perdidamente enamorado de una mujer hermosa, su prima Roxana, pero estaba tan acomplejado por su enorme nariz, que no esperaba nada de ese amor.

Roxana, era una bellísima mujer, dulce y delicada, que estaba tímidamente enamorada de Cristián, otro soldado que servía en el mismo batallón que Cyrano, bajo sus ordenes. A diferencia de Cyrano, Cristián es guapo, tenía una belleza griega, que aseguraba su éxito entre las damiselas del lugar. Pero en cambio, era parco en palabras, no era muy inteligente, y esto le hacía acomplejarse a la hora de conquistar a sus enamoradas.

Cyrano, sabedor de esa carencia del soldado, pacta con Cristián escribirle las cartas de amor a Roxana, pues de esta forma logrará al menos expresarle a su amada sus sentimientos hacia ella, aunque sea a través de otro hombre.

Roxana, poco a poco va siendo conquistada y enamorada por el espíritu de su amor, y al tiempo, confiesa a Cristián conmovida, que si bien el amor hacia él comenzó por el atractivo físico, ahora era su alma lo que ella amaba.

Cristián, más acomplejado, sigue sirviéndose de Cyramo para conquistar a Roxana aunque sabe que antes o después su engaño será descubierto, y esto apesadumbra su espíritu. Cyrano en cambio, alienta con este hecho sus opciones por el amor de la dama.

Al poco, Cristián pierde la vida en el campo de batalla y nadie le explicará a Roxana la verdad de la historia hasta mucho tiempo después.

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